Con independencia de los aspectos escenográficos, la ciudad en el cine tiene un peso específico. No es sólo un lugar, es una existencia. Sus calles, sus plazas, sus puentes y sus edificaciones, más o menos reconocidos y reconocibles, se integran en el relato y pasan a ser un personaje más de la trama para convertirse en signo y significado de la acción. La gran pantalla es, con frecuencia, el espejo de la ciudad y de sus habitantes.