En 1855, por iniciativa de los hermanos Emile e Isaac Pereire, empresarios de origen portugués, se creó la Compagnie Générale Maritime. Y tras varios convenios firmados con el gobierno francés, por los que la naviera se comprometía a ocuparse del servicio postal, así como a dar servicio a la línea Le Havre-Nueva York, más tres servicios anexos para Guadalupe, México y Cayena, la firma pasó a denominarse Compagnie Génerale Transatlantique, más tarde conocida a nivel internacional como la French Line.
Aunque, en sus orígenes, la Compagnie Générale Transatlantique se dedicó casi exclusivamente al servicio postal y al transporte de emigrantes, a partir de 1882, con la renovación de la flota, ofreció servicios regulares entre Europa, Norteamérica y América del Sur que destacaron por ser los más seguros, rápidos y confortables. Ya en 1886 el buque La Bourgogne efectuó el trayecto Le Harve-Nueva York en poco más de una semana; en 1919, la naviera organizó el primer circuito turístico en África del Norte; y, en 1935, el trasatlántico Normandie en su puesta en servicio obtuvo la codiciada “Banda Azul” al superar la barrera de los 30 nudos.
Este libro, el primero que analiza la historia y evolución de la prestigiosa compañía francesa desde su creación hasta finales del siglo XX, pone también de relieve la relación que la French Line mantuvo con arquitectos, fotógrafos y diseñadores gráficos e industriales adscritos a las distintas tendencias de renovación estética. Entre otos nombres relevantes que, en gran medida, contribuyeron a singularizar la empresa se debe destacar a Paul Colin, Cassandre, Sandy Hook, Albert Sébille, François Kollar, Paul Iriber, Percy C. Henri Pacon y, asimismo, a las manufacturas de Ercuis y al estudio Deberny-Peignot.