El libro revierte ideas fijas, invenciones y estereotipos sobre el pintor oaxaqueño y aporta una plataforma teórica que nos aleja de las interpretaciones líricas y poéticas, estableciendo la riqueza de su pensamiento y sus relaciones con distintas corrientes tanto políticas como filosóficas de su tiempo. A partir de ello, la investigación indaga los intereses subyacentes de la política cultural mexicana que propició una imagen en particular, asunto poco estudiado en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Esta obra destaca las relaciones de Tamayo con el indigenismo pictórico y establece una continuidad y no una ruptura con el nacionalismo artístico posrevolucionario. Su propuesta pictórica corresponde no sólo a una exégesis estética y poética del arte indígena y popular, sino también a una reflexión sobre la identidad cultural del mexicano.