Cuando las bombas dejaron de caer y las aves cubrieron el sol, Jorge Soldado levantó la mirada y una piedra muy pequeñita se le metió al ojo. Así, sin pensarlo, como los gatos se lamen las patas y los moscos nos chupan la sangre, Jorge Soldado se puso a llorar para quitarse la tierra de la cara. Luego Jorge Soldado caminó nueve días cargando una enorme mochila llena de balas. Al décimo día, se acordó que la guerra había terminado. Así que se sentó a descansar en el frío de la noche y para entrar en calor quemó su mochila. Guardó una bala en su bolsillo y el resto las tiró al río.