¿Viste la cantidad de huérfanos que dejaste, Juan José? ¿Llegaste a pensar algún día que más de un actor y un director llorarían tu ausencia permanentemente? ¡Sorpresa! El enfant terrible se volvió padre después de Edwarda, se hizo maestro y guía. Te reconociste elemento dialectico, te arrojaste de cabeza al juego de contrarios, a la lucha por ver si el otro pretendía ser el ganador de la palabra, de la imagen, de una ráfaga convertida en mirada para atajar la respuesta. Ese era su territorio.