«Moriré a los setenta porque después sólo hay dolor»; y, en efecto, a esa edad se apagó en el sur de Francia la turbulenta vida de una mujer que conoció la gloria y la humillación, la dicha, la violencia y, desde luego, también el dolor. Fue un mito, pero también una bruja africana engañada y rota que nunca agachó la cabeza, ni siquiera cuando el personaje que había construido se desmoronaba poco a poco, combate tras combate.