Walter Benjamin es, como su escritura, una figura escurridiza. Seductor y envolvente, ganando en opacidad a medida que, aparentemente, se exhibe y se desvela, más distante e inaccesible cuanto más cercano parece, lo que nos hace volver sobre sus escritos no es ni el contenido ni la forma, tomados en su clásica acepción dual, sino algo muy diferente, que quizás podría definirse como la intuición de una ?escritura conmocionada?, que ha visto y ha vuelto y que promete al lector iluminaciones profanas. Este ensayo es una reflexión sobre la escritura de Walter Benjamin a través de las imágenes que la pueblan, especialmente la del paseante (flâneur) y la de la ciudad.