AA.VV
En las Américas, en la época de las colonias, se llamaba cimarrón al esclavo negro fugitivo que llevaba una vida de libertad en rincones apartados de la civilización.
A partir de 1570, un gran número de esclavos africanos fueron traídos a México como fuerza de trabajo en diferentes áreas: minería, ganadería, pesca y trabajo doméstico, entre otros. En 1742, la población de negros en México era mayor a la población española. Hoy, alrededor del 10% de la población de México se identifica como negra.
Después de la independencia, donde en México se abolió la esclavitud, la población afrodescendiente comenzó a agruparse principalmente en dos puntos del territorio mexicano: Veracruz y la Costa Chica. Fue en ésta última donde tuve mi primer encuentro con la cultura afrodescendiente y dónde fui consciente de su importancia e invisibilidad en la historia de México, ya que pese a ser reconocida como la tercera raíz, no fue hasta el 2015 que comenzó el proceso para su reconocimiento dentro de la constitución.
Motivada tras el primer encuentro que tuve con la comunidad, inicié la investigación que dio origen a este proyecto, en el que la fotografía fue la herramienta que me permitió traducir en imágenes algunos elementos históricos que refieren a la construcción actual de la identidad de quienes se denominan afromexicanos.
El cimarrón y su fandango nos habla en forma alegórica del pasado de una comunidad negra y su recorrido a través de la historia colonial, su integración en el territorio y su sentido actual de identidad dentro de él.