Vigilando el ascenso de la extrema derecha y admirando la sexualidad, ojeando unas páginas de poética francesa o contemplando el diseño de interiores, viendo las narraciones del cine y descubriendo el espíritu de la infancia, escrutando los discursos y creencias de la astrología o atisbando el trasiego en los hoteles: siempre que Theodor W. Adorno dirige su mirada hacia cualquier arista de la realidad, consigue transformarla, destilando de ella un pequeño fragmento con el que poner en marcha el pensamiento.
En Minima moralia, texto a medio camino entre el ensayo y lo literario, Adorno nos enseña su lúcida escritura, en la que el pensar resulta indisoluble del vivir, y nos desvela su mejor y más elevado legado crítico: el arte de resistir.
Como bien dice Daniel Rosende (Unboxing Philosophy), «Minima moralia es de esas obras que apetece leer muy despacio, en soledad y silencio, saboreando cada frase. Cada explosión de sinceridad. Pensando y pensándonos a través de la mirada de su autor».