El ascenso a la fama de Lucinda Williams, tres veces ganadora del Grammy, no fue fácil. Criada en una familia de clase trabajadora, en el profundo sur estadounidense, ella y sus hermanos tuvieron que viajar de pueblo en pueblo hasta que su padre, el poeta Miller Williams, consiguió por fin un trabajo fijo como profesor en la Universidad de Arkansas. Una educación ideal para la artista en la que se convirtió, una música nómada itinerante cuyas canciones se inspiran en profundas raíces sureñas. En “No le cuentes a nadie los secretos que te conté”, Williams nos lleva desde el salón familiar hasta agotar entradas en el Radio City Music Hall, encadenando trabajos y enfrentándose a unas discográficas que no se tomaban en serio su rol de mujer en el mundo de la música, y que la consideraban “demasiado country para el rock y demasiado rock para el country”. Pero su espíritu de lucha perseveró, y forjó un legado como una de las compositoras más grandes e influyentes de nuestro tiempo.