Los cardos y decumanos, que en un origen definieron la morfología de las urbes, no sólo se extienden como fractales sobre la superficie con retículas que conforman sistemas viales de circulación, sino que se expanden en redes subterráneas con infraestructuras de agua y drenaje, o el sistema del metro. A su vez, el entramado de esas trazas genuinamente urbanas se extiende por territorios, hasta pautar la totalidad del planeta. Algunas de éstas, convertidas en fronteras, son hoy en día las heridas y cicatrices en donde se tercian con violencia las diferencias demográficas, económicas y, en última instancia, bélicas.
Este número 107 reúne algunos casos de estudio de las trazas que definen el territorio: desde la extensión de una autopista en California, y sus implicaciones territoriales; la transformación de la Ciudad de México —que pasó de ser una ciudad radial, de centro y periferia, a una metrópolis ortogonal con la incorporación de los ejes viales—; o la cirugía sistemática del barón Haussmann sobre la morfología medieval de París; hasta algunos ejemplos de arquitectura reciente en tres ciudades hermanas, cuyos edificios son, literalmente, la extrusión de la envolvente de sus respectivas trazas.