La primera edición de este tratado, aparecido en Florencia en 1504, pertenece a un nuevo género de escritos sobre textos de arte, en un momento en el que el neoplatonismo permitía a un amplio público descubrir o formular lo que los artistas de orientación “técnica” de generaciones anteriores habían escondido u olvidado –la inspiración, la luz-plena-de-gracia, la personalidad artística y, ante todo, la analogía entre el arte y el amor. Pero allí donde el arte-ciencia se mostraba insuficiente, otro modelo o ideal de la actividad artística se encontraba ya dispuesto: la retórica humanista.
Nace así una nueva forma de los tratados de arte: ya no se escriben conjuntos de preceptos para los artesanos ni demostraciones de teoremas, exposiciones de métodos u observaciones ejemplares, sino diálogos destinados a un público culto. Pomponio Gaurico, práctico en las actividades de broncista y con taller propio, era sobre todo humanista de profesión, tomando la palabra en su diálogo para enseñar los rudimentos de la escultura a dos veteranos eruditos. Nos encontramos pues más cerca del Cortegiano de Castiglione que de la Prospectiva pingendi de Piero della Francesca, inaugurando Gáurico de este modo una nueva y sustancial etapa en la teoría de las artes.