Arquitectura y ciudad
Las ciudades se deben al azar, el diseño, el tiempo y la memoria. En otras palabras: son obra de la gente, regulada por el gobierno, modificada por el tiempo y preservada por la memoria. Las buenas ciudades resultan de un equilibrio entre esos cuatro factores: en ellas, el orden del diseño propicia la libertad, y la memoria urbana de sus habitantes actúa para corregir y, llegado el caso, aprovechar los efectos del tiempo. Son ciudades bellas en las que la plástica urbana adquiere la naturaleza de obra de arte. Una plástica urbana, muy específica, configurada no sólo por los espacios de calles, plazas y parques, la variedad de formas y superficies de los edificios y monumentos, sino también por todos los objetos que pueblan esos espacios: postes, alambres, anuncios, vehículos. Es además una plástica dinámica, sólo aprecia ble en movimiento; más todavía: la forma y la facilidad del movimiento son parte de ella. Si según el precepto de Alberti la escultura requiere ocho puntos de vista a su alrededor para ser concebida y apreciada, la plástica urbana reque- riría no ocho sino una infinidad de puntos; es decir requeriría tiempo. El recorrido por una ciudad es la más inmediata demostración de las cuatro dimensiones en que habitamos.