Hace ya algunas décadas que las mujeres decidimos emprender desvergonzadamente el vuelo e intentar volverlo celebración y paraíso. Pero, antes, hemos de enfrentar la destrucción del mundo: ése en el que nacimos y en el que parece prohibido cualquier otro ímpetu creativo que no sea la maternidad. —¿Vosotros destruís el mundo? Yo debo lanzar a las supervivientes a las alturas—, continúa Cixous, —¿Quién me impedirá que invente otro mundo? —.
La ira de la devoción de Liza Ambrossio muestra justo el proceso anterior: el de una mujer que enfrenta la destrucción de un mundo que no le permite crecer y crear, y el de empezar a reconstruir, con los fragmentos, un orden diferente y suyo. En su caso, tal desintegración es necesaria porque el orden heredado —el de la madre— se ha vivido de modo negativo.